una mujer abriendo y frotando sus tetas

Una vez, una mujer encontró el placer con su propio cuerpo. Ella cerró los ojos, sus manos acariciando suavemente sus magníficas tetas, frotaba suavemente la punta de sus dedos sobre la turgente carne. El dulce placer se amalgamaba en sus pezones, un escalofrío que recorría toda su piel cada vez que recordaba la sensación de sus manos acariciando sus tetas. Pasaron unos cuantos minutos dispuesta a extender cada placer un poco más, cuando lentamente, sus manos se movieron alrededor de sus pezones endurecidos. Ella los apretó, gemía en indulgente satisfacción. Cuando sus dedos comenzaron a burguear al exterior de su terreno, ella inhaló profundamente de placer, su respiración profunda expulsando suspiros acompañados con los movimientos de sus manos sobre sus tetas. Poco a poco, cada vez más intensos eran los movimientos de sus manos sobre sus tetas, provocando que su sensualidad se expandiera y el placer aumentara, sus gemidos se volvían cada vez más intensos. La mujer no sabía que el placer que obtenía frotando sus tetas la llevarían hasta el orgasmo, despertándole sensaciones entre su ser y su cuerpo adorado.